Ayer hubo pozole

El pozole es un platillo ceremonial. Al mismo tiempo, el pozole es un platillo fácil. Maíz cocido, pues. Nada más que no se hace con cualquier variedad de maíz sino con uno de granos blancos y grandes que en México, de donde es originario, se llama cacahuazintle. Lo que es laborioso es descabezarlo, es decir, quitarle, grano por grano, el pecículo que lo une a la mazorca, aunque por fortuna lo venden ya preparado y hasta precocido. La precaución es que hay que lavarlo profusamente porque trae un conservante de olorcillo desagradable y supongo que de efectos cancerígenos (como todo en la vida). En España es fácil conseguir una variedad ecuatoriana de este maíz que llaman mote y que suele estar también listo para ser consumido. De modo que María Cortina lo echó en la olla a que acabara de cocerse (trajo de México el precocido) y luego lo juntó con la carne de cerdo que había echado a hervir en otra olla: carrillada (cachete), magro y costilla. La selección de carnes que se le pone es arbitraria porque según la tradición la que debe llevar legítimamente es carne humana de los sacrificios que se hacían a los dioses en el mundo prehispánico, y dicen que el puerquito se parece al sabor a prójimo, aunque en muchas partes le ponen también pollo. Y con todo y ese baldón el platillo ha sobrevivido a través de los siglos por todo el país.

En algunas regiones tiene apariencia blanca porque sólo es el maíz y la carne; en otras, es rojo, porque le agregan un chile que llamamos guajillo (u otras variedades que abundan en matices y sugerencias deliciosas) y que es picante y sabroso, y en otras su color es verde porque le ponen esa variedad de tomates que son verdes y que sólo hay en México, y cilantro y chile poblano. Pero lo interesante es el ceremonial de la mesa; es un platillo que se termina individualmente antes de comerse. Es frecuente verlo en fondas de mercado, en plazas y comederos públicos porque una vez cocido sólo necesita un anafre para conservarlo caliente y una mesa en la que colocar los platos con los complementos. Se le agrega (según la región y el gusto, claro) cebolla picada, rabanitos rebanados, limón, orégano, picante al gusto y lechuga finamente rebanada que lo hace emparentarse con ciertas sopas orientales que combinan así lo cocido con lo crudo. Se acompaña con tortillas tostadas, que no sé por qué son el pan obligatorio.

El caso es que el pozole es un platillo que gusta mucho y ayer vinieron varios amigos a casa a comerlo y a departir con el pretexto de que ya mero se regresa a México María Cortina. Qué buen sábado pasamos porque todo el mundo comió con entusiasmo, se abrieron muchas botellas de vino y charlamos abundante (los que no tosían, digo, porque yo calladito estaba mejor); salió la inevitable guitarra y se hizo presente José Alfredo y al rato hasta me pidieron que leyera algunos poemas nuevos de esos que todavía tienen algunas puntitas verdes. Uno de ellos, el Soneto de los Reyes Magos, se va hoy a todo el directorio como promoción del blog, recíbanlo emocionados. Y hoy comenzamos con la publicación cotidiana del libro La patria vieja, que salió al mundo en 1986, y con este nos vamos hasta el aniversario, vayan pensando en sus galas.

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