Himno de España

Más torcidos no pueden estar los criterios. Estamos llegando a esos lugares de la ciencia ficción en donde las razones de estado van directamente conectadas con los patines y las pelotas. Y las pantallas. Los héroes de la patria, ya que las guerras son tan tecnificadas que no ocurren más en el ámbito de las personas contendientes sino en el uso de los recursos tecnológicos sin firma de nadie en particular, han tenido que emigrar a otros derroteros; se dan un quién vive los espectáculos y los deportes. Y en este penoso caso, son los que juegan con los pies el juego solar de la pelota los que tienen la palabra. De manera subliminal, todos los programas de televisión que divulgan la proposición de letra para un himno nacional de España, nos ponen imágenes de los futbolistas atribulados cada vez que se presentan en el mundo y no pueden -ay, ay, qué orfandad sin paliativos, qué muñón en el brazo de una historia tan vasta-, no pueden cantar la letra de su propio himno, como hacen todos los demás, que con orgullo entonan las palabras que algún poeta legendario labró en los bronces de las campanas o las balas y cañones de la particular historia de su patria.

Pero ya hubo por ahí alguien, respondiendo a una iniciativa del Comité Olímpico (crecerá y crecerá hasta que en sus parcelas labren los reyes, mandatarios y congresos del mundo) y de la SGAE (¡Pero si se supone que representa a los creadores!), que escribió las palabras que se deben decir cuando suenen las notas del Himno de España en los estadios (y de ahí supongo que en los campos de batalla, en las ceremonias oficiales y cuando el pueblo se rebela contra los tiranos o los usurpadores). Una secuencia de líneas sin belleza, una retórica mema y anodina, que dice así:
¡Viva España! / Cantemos todos juntos / con distinta voz / y un solo corazón.
¡Viva España! / Desde los verdes valles al inmenso mar, / un himno de hermandad.
Ama a la Patria / pues sabe abrazar, / bajo su cielo azul, /pueblos en libertad.
Gloria a los hijos / que a la Historia dan / justicia y grandeza / democracia y paz.

No es que yo me crea lo que de niño nos decían en la escuela de que el himno nacional más hermoso era La Marsellesa, herencia espiritual en nuestra educación del afrancesamiento profundo de la época porfiriana, ni de que el segundo más bello era el nuestro, el mexicano, una secuencia colosal e irrepetible de versos decasilábicos de traperío romántico sometidos a la bélica idea de patria post independentista de tiempos del loco de Antonio López de Santa Ana, con acoso constante de Europa y de los vecinos del norte. No. Pero hoy, ¿qué vas a decir en un himno que nos involucre a todos, al profundo sueño de estar todos juntos en un ramillete de identidad que pretenda adornar al mundo con su bonita hegemonía  floral económica, política y cultural? ¿Una sola patria, con un himno común, Castilla, Aragón y Andalucía, junto con Cataluña y País Vasco, con lo que dicen los versos de esta propuesta? Yo digo que más vale que la dejen en pura música. ¿Qué tiene de malo? Mejor que los futbolistas sigan cantando trala lara la, lará lará la lala.

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