Sueño y mercancías

Ya, porque de otra manera no va a quedar nada; van como tres o cuatro veces que lo reescribo con las pestañas en la almohada y me doy cuenta de que cada vez es menos intenso, menos claro y más evanescente. En sustancia, y antes de que se me evapore por completo, es lo siguiente: tengo un camión lleno de mercancía robada; mercancía grande como muebles y electrodomésticos y maquinaria; una carga valiosa. Y otras cosas menos materiales pero también de valor. Unas son de Gómez de la Serna, otras de Pérez Galdós y creo que algunas de Valle Inclán; todo eso sería facilísimo de identificar. La manera de acercarme a ellas es una serie de toses que deben corporizarlas y mostrar su importancia. Toso pero las explosiones caen en hueco; medio despierto sin lograr identificar los objetos; entonces me apresuro a regresar al sueño en donde sí tenían valor y consistencia. Y sentido. Pero me doy cuenta de que al querer calibrar el peso de la carga completa me encuentro con una especie de amasijo de cartón piedra, del tamaño de lo previsto pero con un peso mucho menor, lo que me permite mover algo que ordinariamente pesaría toneladas como si fueran una serie de piezas falsas pegadas entre sí. Lo robado, la mercancía, esa riqueza no tiene ningún valor, estoy perdido. Y ahora que estoy despierto tratando de traducirlo, mucho menos porque perdí las claves del mensaje por más que me apuré a escribirlo descuidando la corrección, lleno de maquinazos y letras encimadas. ¡Bah!, se me perdió, como pasa siempre con los sueños.

Ahora lo que quisiera es poder retomar el camino pero ya es inútil. Hay luz, se oyen unos remotísimos gorriones de lo más institucionales, los vecinos caminan y mueven cosas sobre el techo. Y tengo además otro pendiente: ayer publiqué el último de los poemitas en prosa del que fue inédito y dado a conocer con pseudónimo por entregas en su día como Praderas de Alita Allis y hoy tengo que decidir lo que sigue. Pero no la tengo tan cruda, en rigor cronológico viene Volver a casa, el menos feicito de los que me han salido, al que le dieron el premio de Aguascalientes en 73, el que más ediciones ha merecido, que lleva como cinco o seis, o más. Tiene algunas dificultades (insignificantes) de edición porque está dividido en secciones que tienen un nombre y luego tienen o no su propio nombre, el del poema, de modo que a veces queda confuso si es el nombre de la sección o del poema, pero me parece que a nadie le va a preocupar esa minucia y que si alguien tiene la verdadera curiosidad lo que puede hacer es buscar una edición impresa aunque sea entre las librerías de viejo; seguro lo encontrará.

Ahora veo que va entrando todo sudoroso y apresurado el narrador al que le ha dado por reducirme a tercera persona: lo siento, amigo –le digo mientras se quita el abrigo-, te gané; a ver si llegas más temprano a tu trabajo. Aquí se rima desde que Dios amanece. Pero como no lo quiero mal porque en realidad fui yo quien lo contrató le voy a ofrecer un poco de fruta y una infusión por si ni se ha desayunado, el pobre.

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