RAPUNZEL
No sé si seguirme cortando el pelo o dejármelo crecer hasta más abajo de la cintura. Hasta donde llegue. La mujer que me crió tenía los cabellos negrísimos y largos y tan abundantes que me acuerdo de mí misma colgando de su trenza mientras ella, como si nada, me sacudía igual que alguien se sacude una mala idea de entre el pelo. Claro que yo no pesaba nada para ella, pero para mí misma era ya tan grande que podía entender con qué amor se cepillaba y se tocaba sus negras hebras, como acariciándose, como soñando con un balcón trágico por el que subiera un garboso muchacho a costa de su secreto y sus cabellos a…