Inventario repentino

De pronto se le ocurre hacer recuento de daños, y todo a su alrededor ebulle; las sábanas se mueven como si escondieran algo, la almohada va y viene con sus divertidas plumas engrosando para un lado y para otro las partes de la pieza con la frívola pretensión de reírse engurruñada para invitarlo a que ponga ahora aquí, ahora acá su cabecita loca y piense. Pero no piensa, está de que así se despertó, como si pudiera evaluar, hacer el inventario y sacar conclusiones. Ha de ser porque, una de dos: o se siente bastante bien, o tiene nuevos malestares; pero parece que no, que aparte de haber dormido con escaso fondo –y qué chistoso: dejaba de ser de raza blanca y se descubría que en realidad era mestizo de piel ligeramente cobriza y pelo negro y quebrado, con lo que ganó bastante juventud pero perdió ciertos privilegios de ingreso allá adentro, a donde reparten la crema y la miel del reposo, a la parte carnosa y reparadora del sueño- no tiene nuevos agravios, ni por la pesada caminada de ayer que se fueron a buscar un sillón en las mueblerías de San Sebastián de los Reyes y se compró un reclinable de esos que le levantan a uno las piernas y los pies y le acomodan la espalda hacia atrás para verse viejecito. Ah qué cómodo va a ver desde hoy la tele, o a leer, o a echarse la siesta.

Se revisa las sensaciones de los huesos de la cadera en donde la metástasis tiene enclaves que timbran con frecuencia para anunciar que ahí andan, pero no, con el nolotil de anoche (si es que lo tomó, que creo que no) no hay anuncios de actividad reciente; la bola del pulmón –bola o estorbo o endurecimiento- que a veces se pone a joder a la espalda presionando las costillas, casi empujando cuando hace ciertos movimientos, está como inactiva, en su molicie perversa de ocupante; más le valiera al hombre estarse quieto y no excitarla pero como precisamente lo que quiere es saber cómo andan las posiciones internas de su cuartel lo que hace es levantarse y moverse con ánimo de investigador de sí mismo; cajuma dos o tres veces para ver si se le viene el acceso de arrebatón pero resulta que no, que tose, sí, pero sin estridencias.

¿Habremos dado al clavo? –piensa-, ¿la tercera sesión de la quimio que me están poniendo andará lenta pero eficaz? Porque hasta hace unos dos o tres días todo parecía inútil y perdida la batalla, y hoy, menso menso, pero no me siento peor, antes tengo impulsos de hacer planes, de proponerme cosas, de retomar la idea de unos viajes que tengo pendientes. Y unas escribiduras que he ido dejando a medias. Lo que va de la patada es la planta de los pies; ahí sí no mejora sino todo lo contrario; hagan de cuenta que se me han ido haciendo plantas de pie de elefante, duras e insensibles –lo que es, y pido perdón a los paquidermos, una barbaridad, porque ¿yo cómo voy a saber que las tienen insensibles?, a lo mejor, es al contrario-; pero el caso es que parece que todo el desperdicio de las minas de mercurio o lo que sea que me han metido por las venas se ha acumulado en esa base y me estorba, pero todo fuera como eso. O sea, que amanecí bien; ¡vaya!

Entradas creadas 980

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Entradas relacionadas

Comienza escribiendo tu búsqueda y pulsa enter para buscar. Presiona ESC para cancelar.

Volver arriba