Alberto Gironella

Pudo haber sido en una librería mientras andaba baboseando en las mesas de novedades; alcé la vista y un hombre con barba me estaba viendo con un esbozo de sonrisa apenas dibujado; lo vi pero no sabía bien a bien si era a mí a quien miraba, quizás se me hizo una cara ya registrada en alguna parte pero no tenía idea de quién era; cambié la dirección de mis engañosos ojos y seguí mi paseo, o me fui; no sé, hace treinta o treinta y cinco años. Hola, le debí haber dicho, perdón pero no estoy seguro de quién eres, soy Alberto Gironella, me habría contestado, yo les regalé un grabado a ti y a Elsa cuando se casaron, fueron a mi casa a escogerlo y te impresionó el caos; me gusta tener amigos; y nos habríamos puesto a conversar. No sé cómo supe después que era Gironella aquel a quien no había contestado el gesto de simpatía de la mirada. Me ha pasado muchas veces, no reconozco a la gente y una incomprensible timidez más que disimulada me hace reaccionar de manera tan desagradable. Te ruego, Alberto, que me perdones, no tenía la menor intención de ser grosero, y me he reclamado muchas veces en la vida aquella tontería que no subsané a tiempo ni a destiempo, porque me habría encantado ser tu amigo. No, no pienso que hay un alma de Alberto Gironella flotando en el éter y que me escucha desde el más allá, donde la mía correspondiente tendrá pronto oportunidad de resarcirse, le pido perdón a mi recuerdo.

Anoche, minutos antes de dormirse le vino la anterior nostalgia y no intervine entre él y su escritura porque pensé que alguna razón habría para prescindir de mí. Hoy es día en que si madrugó es porque le tocan las rutinas del hospital, está muy concentrado en lo suyo. Al rato, cuando regrese a desayunar, seguramente encontraré el hilo de sus pensamientos y podré terminar la página de hoy. Empezando por decir que el despertador es su enemigo casado, siempre que lo pone se despierta muchas veces antes de que suene, cuando no sueña que ya sonó y ya tuvo que haberse levantado; ve entonces la hora con sobresalto y siempre falta una hora o más, el relojito se ha burlado del bello durmiente. En realidad, poner despertador es una concesión que le hace a las circunstancias porque en su época laboral y paterna, mientras tuvo que despertarse temprano, jamás lo usó.

Ahora va a tratar de dormirse un poco más, aligerado de sangre será fácil, aunque no creo que tanta le hayan sacado en los tubitos; luego comerá fruta y beberá te y regresará a la consulta en donde la vía intravenosa le pondrá las aguas bautismales y confirmatorias (carboplatino, creo) que le permitan seguir peleando con el despertador y levantarse a redactar el aire, el paso, el aleteo del ala del ángel que lo incordia jugando con él a que es el timbre del reloj que suena antes de tiempo, y así lo asusta, pero luego se ríe. No, cálmate, le dice mientras despliega unas alas blanquísimas y enormes, que dan miedo, tu hora no sonará antes de tiempo, para eso estoy yo, para cuidarte, perdóname que sea un poco juguetón, es que soy un ángel nuevo.

Entradas creadas 980

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Entradas relacionadas

Comienza escribiendo tu búsqueda y pulsa enter para buscar. Presiona ESC para cancelar.

Volver arriba