La niña estaba asomada
y el trovador le decía:
–Si tú me dieras tu gracia,
dueña mía, dueña mía.
La niña estaba asomada.
–Si tú me dieras tu gracia
yo te encastillara reina.
La niña que lo contempla
largos cabellos se peina.
–Si tú me dieras tu gracia.
La niña que lo contempla
primero se ruboriza,
luego mira bien al hombre
y se derrumba en sonrisa.
La niña que lo contempla.
Luego mira bien al hombre
y se imagina ganada:
como apéndice florido
de su apellido colgada.
Luego mira bien al hombre.
Como apéndice florido;
como término a sus obras
le dice a su mal venido:
–Ah, trovador, tú me cobras
como apéndice florido.