-No, pero tienes, por ejemplo, el libre albedrío que puedes ejercer en cualquier momento y cambiar tus condiciones bajo tu propia responsabilidad –dice muy seguro de sí mi interlocutor que en este caso, justo valiéndome del libre albedrío, he decidido que sea mi interlocutor y no una proyección de oficio que existe quiera o no quiera mi famoso albedrío-. Explícame con frijolitos, qué puedo hacer con ese poder en mis circunstancias.
–Bueno, podrías haber decidido vivir en México y no en España, por ejemplo.
-Cierto, pero ahí se trata más bien de sentido común y no de aplicación del deseo. La Seguridad Social acá me da toda la atención médica profesional que necesito sin que me cueste un centavo. Consulta, tratamiento, hospitalización, quirófano y atención periférica gratuita, y de primera. Pero mira, yo no vengo a ser sujeto de estas discusiones porque en efecto, he podido tomar decisiones a lo largo de mi vida, que podrían tener que ver con el libre albedrío, así como lo estás diciendo, pero eso es un garbanzo de a libra, eso se le da a rete poquita gente. No es una regla que puedas aplicar para responsabilizarte de tu vida. Qué tiene que ver el libre albedrío con la familia en la que naces y regularmente creces, cuando lo último que puedes hacer es elegirla; te toca la que te toca, y te jodes por lo menos hasta que la adolescencia te concede el primer armamento con el que puedes intentar independizarte que es la conciencia de que existen otros con los que puedes interactuar, pero en tales casos ejerces tu libre albedrío cuando las condiciones de vida son extremas, cuando se trata de salvar la vida o poco menos, si no, te sigues con la misma familia para toda la vida.
-Hoy, como lo podemos ver (leer) amaneció con ganas de discutir cosas trascendentales, pero es que ayer, como tantas veces, se quedó muy impactado con el tema del hambre en el mundo que ponen en las noticias mostrando a las víctimas con el mismo ritmo y la misma música de fondo con que ponen las pasarelas de modas; de por sí el hecho de que la comida sea un elemento especulativo que permite que unos sean ricos y otros pobres ya le parece una chingadera incomprensible pero que ahora haya dado la ciencia el humano e importantísimo paso de convertir la comida en combustible para mover más coches en el mundo hace que los alimentos convenga más convertirlos en fuerza motriz que repartirlos para que se los coman esos miles de millones de desgraciados que harían mejor si usaran su libre albedrío y se fueran a vivir en donde no haya hambre.
-Tú sabes, me dice, que por ese camino no vamos a ninguna parte, que discutir en esos términos es abrir la puerta del puro desacuerdo, que cuando hablamos del libre albedrío entendemos que estamos entre seres que pueden ejercerlo y asumir sus consecuencias.
-Pues pon tú, porque cómo ejerzo mi libre albedrío ante la fuerza inconmensurable del capital que se reproduce a sí mismo como el peor de los monstruos que la imaginación ha creado. Mientras tú y yo discutimos a lo baboso, el dinero se está reproduciendo en el mundo a una velocidad vertiginosa y dándoles mayor poder a los que en realidad pueden elegir qué se hace con eso, y creo que pueden decidirlo hasta cierto punto… No, mira, vámonos a desayunar.